LÁGRIMAS DE VENCEDOR

Durante un siglo en un mundo bipolar, dos potencias se enfrascaron en lucha por supremacía mediterránea; los púnicos venían perdiendo estrepitosamente, las dos primeras fueron derrotas, estaban maniatados sin poder hacer guerra si no era aprobada por senadores romanos; sin embargo, tuvieron que romper este tratado para enfrentarse al rey aliado romano Masinisa, cuyos ejércitos númidas los invadían; esa fue la excusa, la tercera ya se venía gestando previamente, el mayor instigador era Catón con su clásico al cierre: “Por lo demás, opino que Cartago debe ser destruída”; también esa urbe seguía siendo la capital comercial del Mediterráneo, mucho más esplendorosa que Roma a pesar de haber perdido poderío. El caudillo de la defensa fue Asdrúbal, general fanfarrón y charlatán que causó tremendos apuros al ejército enemigo durante el sitio; en Roma se comenzó a creer que sólo un Escipión podría vencerlos, como lo había hecho en la segunda aquel de pseudónimo Aníbal Romano; su nieto adoptivo Publio Cornelio Escipión Emiliano recibió el encargo, tras arduas batallas logró aislarla del exterior, luego la tomó por asalto en pelea urbana que duró días; Asdrúbal después de haber dicho que el mejor sudario era el fuego que abrasaba la patria, ahora se encontraba arrodillado abrazando la túnica de Emiliano, cobarde pues abandonó a su pueblo y familia por salvar pellejo; el Senado dictaminó la destrucción total de Cartago, por esta decisión se puso a llorar el Africano Menor, temía que la pérdida del único rival que poseían llevaría a su nación a un relajamiento, que la carcomería desde adentro.
Un mundo unipolar es uno que se desangra lentamente.

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