JUICIO FINAL

El politeísmo implicaba mucha tolerancia, los antiguos adoraban muchos pero había muchos más, aceptando divinidad en otros; los hebreos eran un pueblo antiguo más, henoteístas pues su culto era exclusivo a Yahvé aunque no negaban la existencia de los demás. Hasta la aparición de estos rebeldes espirituales que elevaron su religión por encima de cualquier otra, no por su exclusividad a uno solo sino por haber puesto sobre el tapete orden moral; antes sólo existía orden natural, el hombre servía a los supremos y sacrificaba por ellos, y así funcionaba todo; fueron los profetas quienes introdujeron la novedad de la virtud, el universo se volvió deóntico y teocéntrico, no bastaba con creerle había que confiar en él; reclamaba fidelidad tanto en pensamiento como en conducta, no sacrificios ni ofrendas quemadas, pedía fe e imponía deberes éticos, propugnando recto proceder. De pronto emerge mundo más justo, ya que Dios reprime a cualquiera que ose contradecirlo y premia a todo aquel que no lo ose; el premio no es vida ulterior ni más allá sino ausencia punitiva, así paga; si estás con él, hay que cumplir sus reglas, básicamente no pecar; el pecado es enfermedad del corazón, perversión de la vida interna, corrupción del espíritu y cada uno es responsable de los que comete; consciente de lo débil que es el ser humano, propenso a regodearse en su blasfemia, le dio la posibilidad de arrepentirse, pues el arrepentimiento es el único camino a la salvación; ¿Salvarnos de qué? Del día de tinieblas, no de luz; castigando con futuro apocalíptico cuando el presente ya lo es, ¡Kidding me!

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