LA QUIMERA DE DE PAUW

Cornelius Franciscus de Pauw fue una de esas luces que iluminó aquel siglo luminoso, era uno de los eruditos más respetados de ese entonces; considerado como la mayor autoridad sobre las Américas en su época, otro experto tan reputado no había. Tal vez le faltó salir un poco más, leyó bastante sobre el tema y sacó sus conclusiones: El hombre se perfecciona en sociedad, no es nada por sí solo; déjalo desolado y en estado natural y verás como se embrutece, mudo e imbécil no entenderá nada; entonces los americanos alejados de la órbita cultural europea están abandonados y por ende son brutos, este salvaje no es ni un animal inmaturo, ni un muchacho ingenuo, sino un degenerado; hasta el más débil de los europeos puede derribarlos sin esfuerzo en la lucha pues tienen todo en menos, son como niños bobos y ociosos, incapaces de cualquier progreso mental; entre las causas de esta degeneración se encuentran las condiciones climáticas y la propia impotencia de la naturaleza, incluso los propios occidentales que han pasado por ahí han sufrido sus efectos, hasta los descendientes nacidos allá (criollos) nunca han producido algo digno de mención. Además, de Pauw llegó a negar lo comentado por Garcilaso sobre los Incas; describiendo a su famosa capital, el ombligo del mundo, como un hacinamiento de chocitas, sin buhardillas y sin ventanas. Esto dijo la voz autorizada al respecto, tanto así que en el lugar de su muerte el mismísimo emperador Napoleón mandó levantar un obelisco en su honor; y nunca pisó América, por temor a degenerarse más.
Se dice que la posteridad lo recordará, pero qué recuerda el ahora.