LA VALENTÍA DE UN PUEBLO

Tres meses después de estallar la segunda confrontación mundial dieron inicio a los ciento cinco días más determinantes para la historia moderna de Finlandia, la Guerra de Invierno entre soviéticos y fineses; y dio como vencedor a la Unión Soviética, a pesar de la enorme derrota que le inflingió la reducida milicia finlandesa. La incompetencia rusa para dirigir o armar estrategias era nefasta, ellos sólo se confiaban en el poder de la cantidad, desplegaron más de un millón de hombres, poseían una superioridad numérica de uno a cinco; en cambio los finlandeses eran más eficientes y efectivos, tampoco eran un super ejército, pero al menos dominaban su geografía y tácticas de guerrilla, su camuflaje era blanco para confundirse con la inmensidad de la nieve e instauraron al esquí como arma letal. Se iban tan rápido como llegaban, en sus esquíes, durante ese breve lapso de tiempo los detonadores eran instalados; de esta manera estos nórdicos inutilizaron un montón de blindados. Sucumbieron 200.000 soviéticos y en total sumaron 600.000 bajas, mientras que los defensores sufrieron 70.000 bajas; no sólo los masacraron sino también se burlaron de ellos: La bomba Molotov es patrimonio finés, Viacheslav Molotov fue el Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores de la U.R.S.S. con el que firmaron un pacto de no-agresión válido hasta 1944, además de romper su palabra con los primeros bombardeos les comunicó que tiraban alimentos y no bombas, estas fueron bautizadas como las canastas de comida Molotov; se rumorea que el mariscal Mannerheim, ex-oficial del ejército imperial ruso y estratega de la defensa de Finlandia, como respuesta mencionó: “Molotov pone la comida; nosotros, el cóctel”.
Para ganar hay que saber perder.