Género literario muy simpático que se caracteriza por su rigurosidad esquemática y su intencionalidad moral, sin olvidar su constante sátira; la composición tiene una estructura lógica muy precisa y cerrada, que hace de la conclusión una evaluación del comportamiento expuesto en la trama, sin olvidar su extrema brevedad; la finalidad ética no pretende mostrar un mundo más justo sino simplemente cómo es éste, brutal y feroz, sin olvidar su propósito didáctico. Es preferible que los niños vean pornos en vez que lean fábulas, pues los lleva antes al vicio que a la virtud; acaso quieres para tus hijos esta despiadada justicia, mismo sueño de Calicles dónde el más fuerte devora al más débil y el más listo engaña al más tonto; es una visión pesimista y recelosa de la sociedad, lo justo como contrario a esta convención de los pusilánimes, es decir, la mayoría. Tan antigua como la escritura cuneiforme, aunque fue recién entre los griegos que apareció el primer fabulista y desde entonces se ha mantenido como club exclusivo: Esopo, el feísimo esclavo; Fedro, el elegante siervo; Babrio, el romano irónico; Juan Manuel, el falso infante; Juan Ruiz, el arcipreste prisionero; La Fontaine, el cizañoso burgués; Samaniego, el aristócrata erótico; Iriarte, el polémico innovador; y entre otros Hartzenbush, el romántico ebanista. El corpus fabulístico es el mismo desde sus comienzos, como ningún otro género depende en el contenido, la forma la hace el arte de la variación; la historia no cambia pero las versiones jodidamente difieren, ya que es una cuestión de estilo, no radica en el qué sino en el cómo.
Literalmente...
Hace 12 años
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