FÁBULA: LA CANGREJADA

Vana reforma para el que no sabe ser norma.
Prudencia, ese sería un bonito nombre para mi hija, ¡Prudencia, ven acá! El tan anhelado buen juicio; ese que te dicta, cuando es prudente dar vuelta a tus propias pisadas, a semejanza del cangrejo; marchar hacia atrás en vez de perder todo adelante, algunas ocasiones lo ameritan, la mayoría no; la mirada siempre está en el futuro, pero hay veces que una miradita al pasado no es inoportuna, como esta: Antiguamente en una sociedad de crustáceos, existía una gran asamblea de los más prudenciales llamada La Cangrejada; cierta vez celebraron ameno pleno, entre los puntos a tratar sobresalía la cuestión de ya no andar hacia atrás y comenzar a hacerlo hacia delante, tras atenazante discusión se llegó a determinante resolución; para ancianos es pesadumbre vencer su costumbre, aunque para niños es más fácil la ordenanza de adquirir la usanza; La Cangrejada resuelve que a partir de ese instante y para efectos inmediatos, toda madre ha de enseñar a avanzar a sus hijos, dure lo que dure la enseñanza; tenazas a la obra, las maestras sin perder tiempo inculcaron pasito a paso estos nuevos pasos; el horizonte se veía prometedor, los pequeños iban progresando; pero estos al ver a sus madres deambular al revés de lo que educaban olvidaron todo lo aprendido, pretendían que caminen derechos mientras ellas eran más chuecas. Y para Prudencia, hija mía, no mi buen juicio sino mi buen ejemplo.

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