FÁBULA: EL PERRO VIEJO

“Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”
Manuel Gonzáles Prada
Perú, tierra de grandes intelectuales, tampoco son enormes pero al menos par’envidiar; dos jigantescas personalidades dieron disputa, un sibarita i un tradicionalista; a pesar que eran casi contemporáneos representaban dos jeneraciones distintas, uno el de las tradiciones pasadas, otro el de las pájinas futuras; ambos tuvieron a su encargo la reconstrucción de la saqueada Biblioteca Nacional, totalmente ultrajada por huestes chilenas; Gonzáles Prada culpó por la derrota a sus antecesores, personificados en la figura de Ricardo Palma; no sólo lo acusó de haber hecho anotaciones i comentarios personales en los libros recién adquiridos, además tildó a su obra literaria como monstruo enjendrado por las falsificaciones agridulces de la historia; como viejo su cabeza debía rodar, escritor arcaico i pensador retrógrado; troncos añosos i carcomidos con flores de aroma hediondo i frutos amargos, adiós vejestorios. Así de rápido se expectora al vetusto perro, con el tiempo encima i varias glorias detrás; su amo lo azuzaba a que dé caza a cualquier cosa que se moviera, pero con los años pasados la rendición no era la misma; arrojado a la lucha con jabalí salvaje, dejó pasar suculento manjar de entre sus podridos dientes; el cazador dolido reñía al perro, este ladró para defenderse: “Mi ánimo no me ha abandonado, sólo mis fuerzas han partido. Tienes presente mi vejez y mis años mozos en olvido. Miras lo que soy y no lo que he sido.”
Con ingratitud, honor ajeno se traiciona.

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