DE LOS VERDUGOS

Los primeros en levantar fueron los pueblos y también en crear, así se da inicio al motor de la historia; después ya no serían masas sino individuos los que continuarían la creación, hombres históricos, hombres monumentales. Con sangre imprimen sus acciones y obras, inmortalizados en ese paseo de los héroes; con su sangre escriben la historia, no para ser leídos sino recordados. No buscan seguidores, sólo los mediocres hacen eso; los grandes hombres no esperan ver su pensamiento tras vitrinas, enclaustrado, sin poder moverse, dogmatizado. Como ellos han habido otros y habrán más por venir, entre ellos no se alaban ni se adulan, se respetan; por eso se destruyen, los más jóvenes a los viejos, primero se nutren y luego los aniquilan. El grande no quiere construir sobre algo ya hecho, prefiere derribar todo para luego renacer de los escombros; y lo más grandioso de aquellos personajes es que cuando enseñan más que exponer sus ideas inculcan la crítica, sólo así se asegura el progreso.
¡Oh, verdugos! Anhelan los gigantes, no discípulos.