EL ESTADO LIBRE DE LEOPOLDO

El segundo rey de los belgas fue durante 23 años dueño de lo que hoy se conoce como República Democrática del Congo e hizo lo que quiso a su antojo, llegando a convertirse en uno de los más acaudalados de su época gracias a sangre esclava; Leopoldo II, monarca de un joven estado muy próspero, moderno e industrializado no opinaba igual que sus súbditos en cuanto al colonialismo; su modelo a seguir era la empresa holandesa en Java la cual estimaba como una inagotable mina de oro, advirtió que Oriente estaba copado, así que centró su mirada en África. Planteó a las demás potencias europeas la necesidad de civilizar la zona central del continente negro, creó varias asociaciones internacionales filantrópicas con el fin de ayudar al progreso de esos pueblos; Leo sólo quería ser solidario, hizo que los jefes tribales firmasen la cesión de su soberanía a la Asociación Internacional del Congo para el avance de la civilización y el tráfico. Nada más faltaba el reconocimiento internacional, conjuró una campaña dando la imagen de soberano altruista, prometió una zona de libre comercio y movió sus influencias en todas partes del globo; sin mayor dificultad lo logró, oficialmente nació el 1 de agosto de 1885, con el pseudónimo de État Indépendant du Congo, siendo Leo amo y señor absoluto. Bruselas fue la cede de gobierno, desde ahí dirigió las directrices de explotación, primero marfil y luego caucho; utilizó la represión como método suasorio, tomaban rehenes a mujeres y niños, mutilaban y amputaban, masacraban masas enteras, lo más común fue el uso de un látigo que desgarraba carne apodado chicotte. A los muchos años la opinión internacional se dio cuenta que el estado libre era un campo de concentración y tuvo que ceder esos territorios a Bélgica, oficialmente el 15 de noviembre de 1908; sin nunca haber pisado sus dominios.
Cuidado que el lobo viene vestido de oveja.