LAISSEZ FAIRE

El mercado se regula por libre concurrencia, bajo esto subyace una glorificación a la libertad, y para que sea económica el gobierno no debe intervenir; cada quien vela por su propio bolsillo, en auras de agrandarlo personalmente se enriquece a la sociedad también, esfuerzos mismos hacia propia ventaja terminan beneficiando al común; pensando en ganancia propia “una mano invisible” nos conduce al beneficio público, como sin querer queriendo nuestro egoísmo auspicia al conjunto, sólo ansiamos un pedazo de la torta y acabamos horneándola. De esta manera y sin dudarlo dos veces Sir Raffles fundó zona franca en la península de Malacca, para que cualquiera lucrase libremente, sin pagar nada al estado; punto medio entre China e India, enclave fundamental para comerciar, cada quien negociaba como más le placía, sin coacción estatal la Ciudad del León floreció; inclinó la balanza del tráfico de las Indias Orientales que antes favorecía a los holandeses a favor de los británicos, tras las guerras napoleónicas; esta ciudad sentó las bases del libre comercio, se transformó en enjambre de mercaderes, provenientes de todas partes del globo; lo cosmopolita le dio carácter tolerante, no sólo se le permitía sino también se le toleraba; cohabitaban chinos, europeos, árabes y malayos juntos con diferentes creencias, bajo una misma isla con el único propósito de hacerse ricos; sin regulación degeneró en pelea de gallos, vicio de opio, prostitución y mafias, aún así gracias a ese libre cambio una aldea de pescadores se transformó en tigre comercial, alias Singapur.
“No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”
Adam Smith

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