CUALQUIERA PROMETE, POCOS CUMPLEN

Las palabras se las lleva el viento, lo que queda son las acciones; y si esto no es un hecho entonces lo que permanece es que: Esta guerra de casi un cuarto de siglo era la primera de las tres que habría, de amplia duración también; romanos por un lado, cartagineses del otro, el trofeo era ese gran lago mediterráneo. Parecía que Roma se la llevaba, uno de los dos cónsules, Marco Régulo, estaba devastando país enemigo gracias a su excelencia militar y a la ineptitud de los generales oponentes; de la nada apareció en campo púnico un mercenario lacedemonio, Jantipo, de formación espartana y experiencia militar correspondiente; este espartano les demostró que la impericia radicaba en sus altos mandos, llenó de esperanzas al alicaído pueblo y lo pusieron al mando; les prometió victoria final y en un primer momento acribilló a las tropas de Marco Régulo, capturándolo en el proceso, pero luego desapareció tan rápido como vino, sin cumplir su promesa Jantipo se fue. Cartago presionó al cautivo Marco Régulo, lo mandaron a su patria para que pacte paz, se comprometió regresar a prisión si los suyos rechazaban tal propuesta; frente al Senado los instó a continuar en batalla, que la victoria estaba cerca (iba por la mitad recién), en cuanto a él se despidió por última vez de sus seres queridos (moriría tras rejas) y volvió en honor a su palabra. Y diríamos: ¡Promesa Cumplida!

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