ALLÍ VA EL DIABLO

Thomas Paine, inglés de nacimiento, americano por adopción y francés por decreto, fue una persona amada y odiada por las mismas personas que una vez lo amaron, sin pelos en la lengua y con su pluma incendiaria lanzó sus dardos venenosos sin distinción alguna; estuvo donde las papas quemaban siendo congruente con sus ideas y a pesar de su enorme legado murió en soledad. Era un prestigioso redactor en las colonias cuando se volvió apóstol de la causa americana soltando una bomba titulada Common Sense, escrito para los rústicos abogaba por la independencia alegando que era absurdo que una isla gobierne un continente; sencillo y directo ganó para la causa independentista al pueblo, además donó las regalías del libro al maltrecho Ejército Continental de Washington. Durante su estancia en Francia fue hecho cautivo, en prisión escribió otra bomba, Age of Reason, esta vez contra la Biblia y su institualización, promovió una religión deísta basada en la razón y no en la revelación; esto originó un incendio en uno de los países más fanáticos, a su retorno a U.S.A. fue atacado por esos fervientes religiosos, se fue como héroe y regresó como brujo. En sus días finales fue marginado por los que una vez lo ovacionaron, otrora el pueblo lo recibía con un “Allí viene el sentido común”, ahora le gritaban “Allí va el diablo”; ebrio y viejo fallece y para su funeral sólo asistieron unos pocos gatos, los obituarios gringos de la época lo recordaron de la siguiente manera: “Había vivido bastante, hizo algún bien y mucho daño”.
A diferencia del perro que nunca olvida, el hombre es ingrato con el que le dio la mano.