LA SECTA DEL PERRO: HIPARQUIA

Una de las pocas mujeres de la antigüedad en filosofar y destacar entre tanto hombre, fue hermana de Metrocles, también oriunda de Maronea, allá por Tracia; una vez en Atenas conoció al maestro de su hermano, Crates, el cínico, y se quedó irremediablemente enamorada de él. Para ella sólo existía Crates, tanto por sus palabras como por su conducta; rechazaba a cualquier otro pretendiente pues su corazón ya tenía dueño, a ninguno que la cortejaba le daba bola; Hiparquia quería que sus padres la entreguen a él, y si no lo hacían estaba dispuesta a quitarse la vida; con amenazas de suicidio ambos le pidieron al de Tebas que disuada a la joven, por más que tratase la muchacha era insistente; al final, como no la convencía, se levantó y tiró su manto quedando completamente desnudo ante ella y le dijo: “Éste es el novio, ésta tu hacienda, delibera ante esta situación. Porque no vas a ser mi compañera si no te haces con estos mismos hábitos”; sin ofrecerle nada, absolutamente nada, Hiparquia hizo la elección; tomando la misma práctica marchó con él, en compañía de su esposo, desde entonces siguió sus enseñanzas y se volvió un perro; asistían a los banquetes juntos y se apareaban en público, donde sea tiraban, incluso en plena luz del día. Mujer muy entendida, una vez que fue ofendida, ni se alarmó ni se quedó azorada como cualquier otra y cuando le preguntaron por qué no se dedicaba a las tareas propias de su sexo, como tejer; Hiparquia le contestó: “¿Es que te parece que he tomado una decisión equivocada sobre mí misma, al dedicar el tiempo que iba gastar en el telar en mi educación? ¿Ah? ¡Imbécil!”.