EL SUEÑO DE UN HOMBRE ES EL DOGMA DE OTRO

El mesías nace en medio del sacrificio de cientos de infantes candorosos, por orden expresa de Heródes; no pudo escapar a su destino y expiró entre palos como vil ladrón, por orden no expresa de Pilatos. En el papel no era nadie pero a nivel espiritual se encontraba por encima de cualquier soberano temporal, por años sus seguidores fueron acosados, diezmados en todos los rincones del imperio romano; los cristianos no eran sediciosos ni belicosos, sólo reclamaban respeto, ¡Libertad de culto! ¡Libertad de culto! Gritaban de entre sus cuevas donde se escondían como ratas. Luego de tantas penurias recibieron su tan anhelada indulgencia, fue un sueño lo que ocasionó que Constantino I les otorgara legitimidad como una religión más entre todas con el edicto de Milán en 313; a excepción de la regencia del apóstata Juliano, el cristianismo se convirtió la religión de los emperadores hasta que Teodosio I la legalizó como la oficial; irónicamente el paganismo se torna ilegal y pasa de perseguidor a objeto de la persecución, en 380 se publica el edicto de Tesalónica y así lo que se inició siglos atrás con un carpintero nazareno deviene en un gigante internacional. Sus ansias de tolerancia se trastornaron en intolerancia religiosa, cualquier otro culto se volvió ilícito y por ende debía ser abatido; en los siglos venideros se consolidará su hegemonía y derramarán sangre inocente en pos de combatir las herejías. ¿Qué pasó con sus gritos de libertad de culto?