Había una vez un reino cargado de mucho sudor e historia, era Frigia, en Anatolia, Asia Menor; durante su época dorada fue gobernada por el afamado Midas, conocido gracias a la tradición griega por ser el primer monarca extranjero en ofrecer obsequios al templo de Delfos. Se cuenta que le fue otorgado por los dioses el don de convertir en oro todo lo que tocaba, le salió el tiro por la culata pues a la hora de comer cuando algún alimento entraba en contacto con él, ¡Boom! Era ese metal ahora; sin alimentarse el olvido parecía su final, de don pasó a maldición y retractarse tuvo con los dioses. Antes de estos hechos bochornosos el rey Midas andaba buscando, ya con desesperación, al sabio Sileno, amigo cercano de Dionisio; iba corriendo de aquí para allá con su risa estridente. Un buen día para el rey y uno malo para el sabio fue con engaños apresado.
Literalmente...
Hace 11 años
4 EXPRÉSATE:
Me encanta leerte.
Todo lo que escribís se convierte en oro...
BESOS
La avaricia rompe el saco.
Pero no puede romper el oro.
Un beso grande
tacho, esta ultima trilogia de posts que, en cierto sentido va de adelante hacia atrás, tiene un tono de irreversibilidad que, aunque imagino involuntario, es relevante.
saludos
Mierda, Dr.Paul renació para comentar al usurero(ese sí era un buen blog). En realidad, no sé en que se está convirtiendo este lugar virtual y esa tal Sil perdió el control, lo que está bien, pero no por esta causa: la prosa del basurero usurero.
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