CORONACIÓN FECAL

Cada cierto tiempo una purificación se impone, renovando el engranaje, misma formateada; destilación de todo aquello nocivo, purito, como recién salido del horno. Los cristianos lo llevaron al extremo con exorcismos, un ser de las tinieblas apoderándose de algún cuerpo falto de fe, la exorcizada es medievalmente traumática; en cambio desalojar al diablo era mucho más simple para Martín, ese protestante flatulento. Lutero tenía un problema crónico, de índole estercolera, esfínter perezoso; no sólo hay que imaginarlo como reformador sino lleno de flatulencia también, dos obsesiones lo circundaban, Satanás y Cloacina, diosa romana de heces y letrinas; combatía a Satán con pedos, estaba convencido que ante ventosidades humanas este huía despavorido; Lutero en persona contrajo numerosas batallas con él y sólo pudo vencerlo tras pedorrear toda la habitación, en una de aquellas Martín narra como Su Majestad Satánica, una vez vencido, soltó uno tan potente cuyo hedor se estancó durante algunos días en el sótano. Otros seguidores de Cristo creían que su pañal contenía, aparte de mierda, poderes expiatorios; incluso hubo movimiento que negaba al pan y vino como sustitutos del cuerpo y sangre, en consecuencia la hostia estaba sujeta a digestión y podía ser cagada, los estercoristas. Por regla general, cuanto más asqueroso, repulsivo, hediondo y nauseabundo sea un rito, tanto más purificador es su carácter; incluso se pensó que con cada pedo ido, un poco del alma partía también, congregándose tras recto del difunto a espera del último suspiro, a veces con regalo fecal venía. Estiércol no sólo da vida, también purifica y lucha contra el mal, olor no precisamente.